Así fueron los últimos días de Miguel Ángel Russo: de las reuniones con su cuerpo técnico al deseo de estar “hasta el final”

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Miguel Ángel Russo en su último partido en la Bombonera dirigiendo a Boca Juniors

Miguel Ángel Russo falleció a los 69 años y dejó un vacío enorme en Boca Juniors, pero también generó una movilización en todo el mundo argentino. El entrenador murió en su ley: detrás de una pelota de fútbol. Jamás negoció el dejar la profesión y se despidió como quería, competitivo, en el fútbol de elite, en el argentino donde se hizo un nombre y en un club con el que se sintió muy identificado en sus tres ciclos.

Más de uno se sorprendió cuando Russo apareció rozagante en el viaje a Estados Unidos para afrontar el Mundial de Clubes. Al margen de la polvareda que había generado su abrupta salida de San Lorenzo, no se lo había visto del todo bien hasta los últimos compromisos al frente del Ciclón (por ejemplo, en la eliminación en las semifinales del Torneo Apertura ante Platense). Firmar en el Xeneize fue un renacer más. La idea de tomar las riendas de un equipo que competiría en el máximo plano internacional lo motivó y obligó a estar en plenitud. Y, el hecho de haber estado a la altura contra Benfica y Bayern Múnich, lo envalentonó más. Quizás la participación de Boca se empañó un poco por el empate ante Auckland, aunque lo cierto es que su equipo necesitaba de una mano ajena que no llegó.

Ya acostumbrado a luchar contra la enfermedad que lo persiguió desde su estadía en Millonarios de Colombia, donde incluso la sorteó y fue campeón, aprendió a vivir con los altibajos, con el tratamiento y los vaivenes emocionales que lo privaban de disfrutar al 100% del fútbol. Y algo así fue lo que tuvo que afrontar en las últimas semanas, cuando desmejoró su situación de salud. En las últimas conferencias y entrevistas que brindó, mostró la lucidez habitual e incluso hasta protegió a los suyos: selló con hermetismo al plantel y exigió al periodismo que no acosara a su hijo Ignacio, futbolistas de Tigre, al que le habían preguntado por su estado de salud.

Juvenal Rodríguez y Miguel Russo en el partido ante Central (@rosariocentral)

Lo cierto es que tras la derrota ante Huracán en Parque Patricios se difundió un video en el que quedó al descubierto el esfuerzo físico que estaba haciendo para presenciar cada partido. Desde el club le confiaban a esa altura a Infobae que Miguel ya tenía el aval completo para tomarse días o semanas de descanso antes de retomar sus labores. “Él es duro, quiere estar siempre”, comentaban ante las negativas por detener la actividad para reponerse. El DT sacó pecho luego de la buena actuación contra Racing en la que Boca cortó la mala racha y fue la antesala al hilo de victorias en fila ante Independiente Rivadavia, Banfield y Aldosivi.

Miguel no faltó a ninguna de esas citas en las que mostró su característica sonrisa, pero lo cierto es que ya estaba bastante disminuido en sus funciones y la voz cantante en el banco de suplentes fue Claudio Úbeda, quien ya comandaba desde hacía rato los entrenamientos y prácticas de fútbol bajo la tutela del técnico principal. Entre el triunfo ante el Taladro y el Tiburón hubo un parate que Russo aprovechó para recuperarse de una infección urinaria por la que quedó internado tres días seguidos cuando había ido a la clínica por un control de rutina. Dieron los tiempos para viajar a Mar del Plata y no quiso perderse la visita a Rosario, que también simbolizó una despedida de afectos y un club al que tanto quiso como Central.

Habría tiempo para una función más en la Bombonera. No tuvo final feliz por la remontada de Central Córdoba de Santiago del Estero, que rescató un punto con un 2-2 cuando Boca estaba dos goles arriba en el tanteador. Esa fue la despedida presencial de Miguel Ángel Russo, quien fue ovacionado y reconocido como merecía. Tras la jornada de descanso, no quiso faltar al primer entrenamiento semanal en el predio de Ezeiza y ahí fue recibido con un abrazo por Juan Román Riquelme que quedará para la posteridad. Ese fue sin dudas el símbolo de una amistad que fue más allá de la profesión. Miguel le levantó el pulgar para hacerse cargo de Boca sabiendo que tenía un tratamiento por delante. Y Román le regaló el derecho a despedirse de la vida como él quería: en actividad, haciendo lo que más amaba y mostrando vigencia.

La ausencia a los entrenamientos previos a la visita a Defensa y Justicia fue una mala señal. Desde el club, las respuestas ante las consultas periodísticas ya no eran tan optimistas, más bien cautas. Y el hecho de que se confirmara que por primera vez no iba a estar sentado en el banco de suplentes en un partido oficial dijo mucho. En Boca optaron por respetarle el deseo de preservar su intimidad y jamás se informó al detalle el cuadro de situación sobre su salud, pese a reclamos de propios y ajenos. Fue una decisión pensada. Riquelme ni siquiera dio precisiones cuando fue entrevistado por El Canal de Boca la semana pasada. No lo tenía previsto.

Úbeda aclaró que Russo había estado en contacto con Miguel en todo momento, inclusive en las horas previas al match contra Defensa. Y que hasta la convocatoria y modificaciones habían sido cotejadas con el entrenador principal. El Sifón también lo visitó varias veces en su domicilio y, seguramente, tuvo que guardarse las emociones para no ventilar cuestiones privadas y sobre todo respetar los códigos que Miguel le bajó desde que fue su superior en Al Nassr de Arabia Saudita en 2021.

Las noticias extraoficiales que se originaron en los últimos días no eran para nada buenas. Se inició una cadena de oración y en el seno íntimo se tomó la decisión de que permaneciera internado en su casa y no fuera trasladado nuevamente a una clínica. Úbeda y Leandro Paredes le dedicaron la goleada 5-0 ante Newell’s a él: “Seguramente lo haya visto por tele”. Desde ese post partido, la versión que se replicó con el correr de las horas es que ya había poco para hacer.

Russo cumplió el último sueño que tenía y murió en su ley: ejerció una de las profesiones que lo acompañó en gran parte de su vida hasta las últimas consecuencias. Con dignidad.

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