El gol inolvidable de Caniggia y la consagración de Goycochea en los penales: la semifinal de película de la Selección en Italia 90

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“Llega Serena. Si lo tira afuera, si ataja Goycochea, Argentina será finalista. Allí va Serena”. La tarde se había convertido en noche en nuestro país, aquel martes 3 de julio de 1990. El vibrante relato de Marcelo Araujo por ATC llegaba a su punto culminante. Luego de extenuantes 120 minutos de lucha, el equipo de Bilardo estaba a un paso de la final en la definición por penales. Goyco le había atajado el anterior a Donadoni. En el aire flotaba la sensación que lo iba a hacer nuevamente. “Hay mucho de lectura del jugador antes de un penal de parte del arquero”, rememora Goycochea. Y agrega: “En ese caso estaba más o menos claro. Serena medía 1,93, era bastante tosco con la pelota en los pies y zurdo cerrado. ¿Qué iba a hacer? ¿Abrir el pie y ponerla en el otro palo? Imposible. La cruzaba seguro. Ahí me tiré y lo pude atajar”.

Su vuelo fue acompañado por todos. Lo que parecía imposible, era una deliciosa realidad. Por segundo Mundial consecutivo, Argentina estaba en la final. Mientras las imágenes que llegaban desde Nápoles traían el delirio en el campo de juego del San Paolo, lo mismo se desataba por las calles del país. La fiesta, esa que solo puede generar la selección en una Copa del Mundo, decía nuevamente presente. Los que tuvimos la suerte de vivirlo, seguro recordamos donde y con quien estuvimos aquella tarde tan gloriosa, sufrida e inolvidable.

En mayo de 1984, Italia fue confirmada como la sede del Mundial 1990. Desde ese momento, se puso a trabajar para poder ganarlo rodeado de su gente, fervorosa como pocas en el planeta fútbol. En esos seis años, el Calcio se convirtió en la mejor liga del planeta, concentrado allí a las máximas figuras, como Diego Maradona, Michel Platini, Ruud Gullit, Lothar Matthaeus, entre otros. En la mente de cualquier italiano futbolero, no existía la posibilidad de no ser campeón. Pero no pudo ser…

El equipo de aquel partido en el San Paolo: Ricardo Giusti, José Serrizuela, Sergio Goycochea, Oscar Ruggeri, Juan Simón, Diego Maradona. Abajo: Jorge Burruchaga, Claudio Caniggia, Julio Olarticoechea, José Basualdo y Gabriel Calderón

Era un partido lleno de condimentos. Y el destino le aportó uno más: que se disputara en el estadio San Paolo de Nápoles donde Maradona era Dios. Nadie podía suponerlo cuando se realizó el sorteo. Y otro hecho trascendente se sumaba a esta confrontación con un récord que se mantiene hasta hoy: nunca un mismo encuentro se repitió en cinco Mundiales consecutivos: Habían sido dos empates 1-1 (Alemania ’74 y México ’86) y dos triunfos italianos (1-0 en Argentina ’78 y 2-1 en España ’82).

Ese fue el partido al que mejor llegó el equipo del Narigón, con los lesionados en franca mejoría. Ahora la preocupación pasaba por otro lado en la previa: ocho de los titulares arrastraban una tarjeta amarilla y de recibir otra, quedaban fuera de una hipotética final. Ellos eran Goycochea, Simón, Serrizuela, Olarticoechea, Giusti, Burruchaga, Maradona y Caniggia.

La confianza iba en aumento. La presión parecía estar del lado italiano y, además, el doctor les bajó un mensaje claro a sus muchachos, como lo recuerda Juan Simón: “Fue el mejor partido de todos y el que salió más claro con lo que había planificado Bilardo, con una cuestión clave: ellos atacaban con dos volantes por afuera, que eran Donadoni y De Nápoli, y él les puso encima a Calderón por la derecha y a Olarticoeceha por la izquierda, para jugarles mano a mano, pero con la ventaja que cuando nosotros recuperábamos la pelota, ellos dos se tiraban para adentro y como los italianos no los seguían, teníamos superioridad numérica por el medio. Y se dio exactamente de esa forma”. Italia llegaba mejor no solo en el plano físico, sino también con la ventaja del descanso al no haber tenido que disputar suplementario en los cuartos de final. Y como si fuese poco, tenía la valla invicta en el torneo.

El cotejo estaba planteado como una partida de ajedrez. Se preveía duro, cerrado y parejo. Y a los 5 segundos ya se produjo la primera infracción, que fue de Donadoni sobre Burruchaga. Italia se ubicó más rápido en la cancha, llevando a nuestra selección a cometer varias faltas en los primeros minutos. Incluso el árbitro lo perdonó a Ruggeri que tuvo dos entradas fuertes en poco tiempo.

La primera ocasión clara fue para Argentina, con un remate de Burruchaga desde afuera que Zenga envió al córner. Pocos minutos después, llegó la apertura del marcador. Hubo pocos casos en la historia del fútbol más claros de un alineamiento de planetas a favor, como aquel que vivió Salvatore Schillaci en esa Copa del Mundo. Entró casi de última a la lista de buena fe y fue el máximo artillero del torneo. Hizo un gol de rebotero, aunque con algunas dudas, como lo evocó Simón: “Casi no nos habían creado situaciones, porque los teníamos controlados. En el gol de ellos, donde yo me equivoco porque salgo mal, es justo decir que Schillaci estaba en posición adelantada”. Fue de los pocos momentos felices del delantero aquella noche, donde cayó más de 10 veces en fuera de juego, algo planificado por el cuadro nacional: “Con respecto al tema Schillaci -completa Simón- era algo natural porque yo estaba acostumbrado a jugar tratando de dejar al delantero en posición adelantada y en ese caso fue más fácil aún, porque yo actuaba como líbero, ya que era quien debía dar el paso hacia adelante, a diferencia de cuando se hace en zona, que deben ser los cuatro coordinados. Esa noche lo pude manejar sin problemas”.

El gol de Caniggia que terminó con el invicto de Zenga

Walter Zenga se convirtió en el arquero con mayor cantidad de minutos sin recibir goles en un Mundial. Por suerte la alegría le iba a durar poco tiempo más. Tras sentir el lógico impacto del gol en su arco, Argentina fue creciendo, con la conducción alternada de Burruchaga y Maradona, tratando de abastecer al solitario Caniggia. Cerca de los 30 minutos fue amonestado Ricardo Giusti por una infracción contra Donadoni y ya no podría estar en el siguiente partido. Una baja muy sensible, porque el Gringo, que casi se queda afuera de la lista, hizo un gran trabajo como volante central en los tres partidos que actuó como titular (Brasil – Yugoslavia – Italia).

Para el segundo tiempo, Bilardo mandó a la cancha a Troglio por Calderón, para tener mayor dinámica en la mitad de la cancha, hecho que se consumó, porque Argentina se adelantó en el terreno y fue superior. Pudo empatar cuando Caniggia, cuando fue trabado por un zaguero, tras una brillante habilitación de Burruchaga o en un remate de Olarticoechea, desviado por el arquero. El empate estaba al caer y llegó a los 22 minutos, como lo evoca el propio Vasco: “La del gol fue una linda jugada, porque primero pasé y como quedaba en off side, volví. Diego me vio, porque siempre te veía (risas), me dio el pase perfecto, hice la pausa para la diagonal de Caniggia se la tiré medio flotada para que le caiga en la cabeza y fue el delirio”.

Premio para Cani, que le ganó a los defensores, Baresi y Ferri, con quienes peleó toda la noche en clara inferioridad. Una peinada precisa, sutil e inolvidable. Se diplomó esa noche napolitana, definitivamente, como jugador de selección y ser el autor de dos de los goles más gritados de la historia celeste y blanca: éste y el que le marcó a Brasil. Sin embargo, cuando terminaban los 90 minutos, tocó la pelota con la mano y recibió la amarilla que lo dejó sin final y así lo recordó: “En el momento que me amonestaron fue de una gran angustia. Por dos minutos estuve muy mal, pensando: ‘Si ganamos no puedo jugar la final’. ¿Es así? ¿Es verdad? No lo podía creer, quizás haya una chance, no sé cómo. En la concentración hablé con Grondona y le dije: ‘Julio, tiene que hacer algo acá, no puedo jugar la final, algo hay que hacer’”.

No había nada que hacer y Argentina perdía una carta fundamental para la final. Pero todavía quedaba mucho por disputar en el césped del San Paolo con el tiempo suplementario, que en la mayoría de casos, suele ser de relleno, sin grandes emociones, como antesala de los penales. Aquí fue la excepción por dos motivos: la expulsión de Ricardo Giusti, por un aparente golpe contra Roberto Baggio, que nunca se repitió en la transmisión y la increíble adición de Michel Vautrot que en lugar de 15 minutos hizo jugar 23. Más que nunca fue cuando Burruchaga se le acercó para hablarle (lo hizo todo el partido) por manejar a la perfección el francés. ¿Orden del doctor? Es muy probable. El segundo tiempo de ese alargue fue complejo para el equipo de Bilardo, con un hombre menos y el cansancio acumulado. Logró sacarlo adelante y llegar a los penales. En ese lapso, recibió su segunda tarjeta amarilla el Checho Batista (había ingresado por Basualdo) y también quedó fuera de la final.

El penal de Goyco contra Donadoni

Los nervios y la presión parecieron no afectar a los primeros ejecutantes, que tuvieron gran efectividad. Convirtieron los seis: Baresi, Serrizuela, Baggio (Goyco llegó a tocar su remate), Burruchaga, De Agostini y Olarticoechea, quien estuvo en la lista de forma inesperada, como el mismo lo recuerda: “Bilardo me sorprendió al elegirme para el tercer penal, creo que por la confianza de haber terminado jugando bien. Que quede claro que no pateé la tierra como muchos dicen al ver el video (risas). Se levantó el polvo de la marca del punto penal y por suerte fue gol. Creo que si lo erraba me moría ahí de un ataque al corazón (risas)”.

El marcador estaba 3-3 en la ardiente definición, al tiempo que el rating trepaba a los descomunales 82 puntos, una de las cifras más altas de la historia de nuestra televisión, con el detalle, como hemos citado en notas anteriores, que iba solo un canal (ATC). Era el turno de Roberto Donadoni. En su relato por radio Continental, Víctor Hugo Morales dio un anticipo. Había citado, con razón, que todos los anteriores ejecutantes italianos eran hombres habituados a los doce pasos: “Goycochea mira para saber quien es el encargado de hacer el remate. Donadoni. Este no es un especialista, no lo tengo como tal. A ver si el Vasco Goycochea puede repetir el plato del otro día. Mucho trabajo para colocar la pelota. Toma carrera, se frenó de golpe, arrancó mal. ¡Atajó Goycochea!”

Todos saltamos y celebramos. Estábamos más cerca, se percibía que los italianos estaban golpeados por tener que haber llegado hasta la instancia de los penales. Le tocaba a Diego. Una prueba para saber si el estadio los silbaría a él también como a los tres compañeros que lo antecedieron. Buena parte lo hizo, aunque no de manera estruendosa. Ajeno al ambiente, la colocó con calidad, de rastrón, para sellar el 4-3 y estar más cerca de la final.

Doble match point para Argentina. En su relato, Víctor Hugo coincidía con las palabras de Goyco que abren esta nota, sobre el delantero rival: “La ejecución del último penal de la serie para el equipo italiano tendrá que hacerse por parte de Serena. Como no lo tire con la cabeza, es bueno de arriba. ¿Por qué de abajo también? Y el Vasco ya agrandado. Ahí va Serena. ¡Atajó el Vasco y es Argentina es finalista del campeonato del mundo! Grande Argentina. Esos abrazos, esas lágrimas, esas corridas para cualquier lado y ese espectáculo emocionante, es un acto de justicia del fútbol”

Lo mismo se replicaba en cada hogar. Abrazos, lágrimas, corridas para cualquier parte y mucha emoción. Otra vez las banderas celestes y blancas flameando sin parar y la selección uniéndonos en un grito maravilloso. La algarabía pasó del campo de juego a los vestuarios y así lo recordaba Maradona: “Era tanta la felicidad que no nos dábamos cuenta de nada, ni siquiera que por suspensiones nos quedábamos sin Olarticoechea, Batista, Giusti, ni Caniggia para la final. Es el día de hoy que pienso que no teníamos rival con Claudio entre los once. Allí estábamos felices como nadie, pese a todo. Nosotros, los zaparrastrosos, la banda, los lesionados, los perseguidos, habíamos llegado a la final, estábamos en el partido decisivo de un Mundial por segunda vez consecutiva”.

Mención especial para Julio Olarticoechea y Ricardo Giusti que esa noche vistieron por última vez la camiseta nacional y se fueron con récord: no perdieron ninguno de los 12 partidos que disputaron en sus carreras por Copas del Mundo. Eran muchas bajas de renombre con escaso recambio. Pero ya habría tiempo para pensar en como formar el equipo para la final. Durante varios días, solo gozamos de una de las victorias más grandes de todos los tiempos.

Próximo episodio: Alemania

Fecha: 8 de julio

Locación: Estadio Olímpico de Roma

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